Míchel Tejerina: «Necesitamos doblar más despacio y mimar el producto»

Míchel Tejerina: «Necesitamos doblar más despacio y mimar el producto»

Coincidiendo con el estreno de la película El reino del planeta de los Simios, entrevistamos a Míchel Tejerina, actor de doblaje y antiguo alumno de la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM) —editora de este blog—, quien, tras una fulgurante carrera que incluye, además del doblaje, teatro y televisión, estrena estos días el último de sus papeles protagonistas dentro de la saga de El reino del planeta de los Simios.

Míchel, ¿qué papel has doblado en El reino del planeta de los Simios?

He doblado a Noa, el simio protagonista de esta nueva aventura, que forma parte del
Clan de las Águilas.

¿Cómo describirías la experiencia? ¿Era tu primer protagonista?

No, no era mi primer protagonista. Por suerte, ya había hecho algunos anteriormente, como por ejemplo, en la nueva versión de West Side Story, dirigida por Steven Spielberg, y algún otro. Sin embargo, sea o no protagonista, como actor, me tomo cualquier papel igual de en serio, tanto si es el principal, como si tiene cinco líneas. Soy de quienes piensan que no hay papeles pequeños, sino actores pequeños.

Doblar a Noa ha sido genial. Pertenece a una saga que me gusta mucho. Y me hizo mucha ilusión poder participar en ella. Y si tienes la suerte de doblar al protagonista, que tiene un recorrido más largo, es algo estupendo. Y eso que, unos días antes, me dio un fuerte ataque de alergia, que me dejó sin voz. Estuve un poco preocupado. Pero al final, con mucho jengibre y descansando la voz, llegué a tiempo para poder hacerlo en buenas condiciones.

¿En qué estudio se dobló y quién dirigió el doblaje?

La película se dobló en el estudio Deluxe. Y el doblaje lo dirigió Miguel Ángel Garzón. Aunque mi parte, que se hizo un poco más tarde, la dirigió Mercedes Cepeda.

Además del doblaje, te has prodigado en otros campos de la interpretación, como las series de televisión y el teatro. ¿Qué destacarías de estos otros medios?

La profesión de actor es muy inestable. Y cuantos más formas de interpretar domines, mucho mejor. Con eso consigues que sean más fuertes las patas de tu mesa. Cada formato tiene sus dificultades. Y yo, como actor, intento ser lo más completo posible.

Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en una serie que se llama La Promesa, que se emite todas las tardes, entre semana, en Televisión Española. También he participado en otras series como La cocinera de Castamar, o Alba. Y en el teatro formé parte del elenco de Fedra, la obra dirigida por Luis Luque, y escrita por Paco Becerra, con la que estuvimos cinco o seis meses de gira, con más de 60 funciones en distintas localidades. Una experiencia muy enriquecedora. Me dio muchas tablas. Y fue mi debut en el teatro más ‘serio’.

¿Qué papel interpretas en La Promesa?

En La Promesa interpretó al Conde de Añil. Pelayo, un hombre que llegó a La Promesa con la intención de enamorar a una de las hijas del Marqués, tras sellar un pacto con la Marquesa, y que al final, sin quererlo, se acaba enamorando de ella.

¿Cuándo empezaste a doblar? ¿Cómo fue tu paso por la escuela?

Mi primera clase en la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM) fue en 2015. Allí permanecí, formándome, por espacio de dos años. Entonces Amparo Bravo, que era una de mis profesoras en la escuela, me llamó para hacer unos takes, en una serie que se doblaba en Televisión Española. Fue mi primer contacto con el mundo profesional. Una serie en la que tuve mucha suerte, por otro lado. Pues se doblaba con todos los actores en el atril, no en banda, como casi todo ahora. Así, que pude compartir atril con actores como Adolfo Moreno, Javier Balas y otros muchos, de los que aprendí mucho.

También me sirvió para quitarme algunos nervios. Vi que ellos también eran humanos. Y se equivocaban. En la escuela, a veces uno tiene la idea de que los profesionales no se equivocan nunca. Pero no es así.

Eso sí, se trabaja a un ritmo muy acelerado. Quiero decir que está permitido el fallo, pero los ritmos de trabajo cada vez son mayores. Y así es muy difícil fijarte en cada gesto, cada detalle. Puedes llegar hacer hasta 170 takes en un solo día, entre las sesiones de mañana y tarde. Eso impone un ritmo. Hay que acabar la película. Los alumnos deben saberlo. Está permitido el fallo. Pero se requiere un ritmo mínimo.

¿Se parece el ambiente de la escuela al trabajo en los estudios?

Las escuelas tienen un cosa buena. Y es que no pasa nada si te equivocas. Estás ahí para aprender. Cuando te equivocas, lo importante es que comprendas por qué te has equivocado. Y no vuelvas a repetirlo. También hay otro asunto, que llama la atención. Las copias de trabajo. En el mundo profesional a veces se trabaja con copias de peor calidad que en las escuelas. Tienen muchas marcas de agua, una barra roja que atraviesa la pantalla de lado, o con una resolución malísima. Ojalá nunca tuviéramos que trabajar así. Pero, de momento, es la realidad. Por eso está bien que los alumnos lo vean en la escuela. Que trabajen con copias de trabajo malas. Y así no se sorprendan luego en los estudios.

Hace unos años, en una entrevista anterior, nos informaste de que preparabas un trabajo de fin de carrera sobre el futuro del doblaje. ¿Llegaste a entregarlo?

Sí, mi trabajo de fin de Grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Sí, acabé el trabajo. Y lo entregué. Y me saqué el título, al fin. Trataba sobre la historia del doblaje. Desde sus inicios, hasta sus perspectivas de futuro. Cómo empezó nuestro país. Hacia dónde va. Con conversaciones con personas del mundo profesional.

¿Y hacia dónde va el doblaje?

Cada vez se trabaja un ritmo más vertiginoso. Al final eso va en detrimento de la calidad del doblaje. Somos actores. Trabajar a tanta velocidad no ayuda. Corremos el peligro, por ejemplo, de acabar poniendo el piloto automático. Y hacer una interpretación sin fijarte en cada detalle. El doblaje es un trabajo artesanal. No es como fabricar en serie. Hay que dedicarle cuidado. Necesitamos doblar más despacio y mimar el producto.

¿Cómo valoras el hecho de que en Italia se haya reducido por ley el ritmo de trabajo en las salas?

Me parece una decisión muy acertada. No sé a qué ritmo trabajan allí. Pero es algo bueno. Irá a favor de la calidad. Ayudará a que los doblajes sean más ricos, con más matices, más cuidados. Trabajar a un ritmo muy alto provoca que todo suene parecido. El espectador no sabe a qué velocidad se dobla. Somos nosotros, los actores, los que tenemos que pelear. Estoy seguro de que la calidad del doblaje subirá en Italia, al trabajar más despacio.

¿Qué trabajos en el doblaje recuerdas especialmente?

Los primeros trabajos. Con los que recuerdas con más cariño. Cuando estabas más verde. Y te ponías más nervioso. Por ejemplo, para mí, la serie Once upon a time. Recuerdo que practicábamos con ella en la escuela. Y luego, Lorenzo Beteta, cuando lo dirigió, me dio un personaje en una temporada. El protagonista. Me vino muy bien.

Luego Lorenzo dejó de dirigir esa serie. Y la dirección pasó a Juan Luis Rovira. Yo estaba acostumbrado a sesiones de 10 o 15 takes, de ambientes y algún pequeño personaje. Y en la primera convocatoria con él, pasé a 60 takes. Mi personaje se pasaba el capítulo hablando.

Ese día, noté mucho el ritmo. La necesidad de ponerme las pilas. Porque si quería dejar todo perfecto, me ‘comía’ al compañero que venía detrás. Recuerdo con mucho cariño ese trabajo. Tuve muchas dificultades. Y lo pasé mal al principio. Pero luego me dio mucha satisfacción, al comprobar cómo superaba las dificultades. —“Si puedo con esto puedo con todo”— , me dije.

También me ha hecho mucha ilusión El reino del planeta de los Simios. O cuando doblé a Tony, el protagonista de West Side Story. Tengo conciencia además de que fue Steven Spielberg, personalmente, quien me seleccionó. Le mandaron las pruebas desde España. Y él las escucho. Eso es algo importante. Piensas: —“Es Spielberg quien me ha seleccionado”—.

Otra serie que disfruté mucho fue Misa de medianoche. Un ‘thriller’ con algo de terror; un género que nunca había hecho. Me encantó.

Pero, como te decía, disfruto mucho cada papel, siempre que me pongo frente al atril. No hay papel pequeño.

¿Cómo es la carga actual de trabajo? ¿Es cierto que ha habido un bajón? ¿Se va recuperando el ritmo habitual?

Sí, ha habido un bajón. Poco a poco se va recuperando. Va entrando trabajo. Pero ha habido meses muy malos. Hay compañeros que lo han pasado mal. Económicamente. El doblaje es muy bonito. Pero es un trabajo. Hay que comer y pagar las facturas. Yo he tenido la suerte de grabar a la vez La Promesa. Pero estamos deseando que se reanude pronto la actividad. Y que las distribuidoras entiendan que lo que se pide en la cláusula sobre Inteligencia Artificial (IA) es razonable.

¿Qué papeles te gustaría encarnar en el futuro?

No lo sé. Que la vida me sorprenda. Si hubiera una saga parecida a El Señor de los Anillos, me encantaría estar ahí. Es una trilogía que me encanta. Y tiene un doblaje magnífico. Muy cuidado. O algo del tipo Star Wars. Me gusta mucho la ciencia ficción. La que está bien escrita y dirigida. O alguna obra de Shakespeare o del Siglo de Oro, en verso. Todos los papeles que sean un reto.

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