Lucía Pérez: «La principal dificultad es compaginar el doblaje con el instituto»

Lucía Pérez: «La principal dificultad es compaginar el doblaje con el instituto»

Su campo de juegos fueron el atril, el micrófono y la pantalla. Desde que, a los cinco años, quedó fascinada, el doblaje se metió en su cabecita infantil. Y no salió hasta que su padre le apuntó a una escuela —la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM), editora de este blog—, a la tierna edad de nueve años. Allí, entre trabalenguas y juegos, Lucía Pérez —voz de la niña Anna, en Frozen; de Bingo, en Bluey; de Ami, en Reunión familiar; y más recientemente, en papeles principales en Amigos Imaginarios y Guardiana de dragones— aprendió a compaginar la vida y la pantalla, el instituto y la interpretación, las aulas y el trabajo profesional. Y así sigue a sus dieciséis años. Con los pies en el suelo. Y una desbordante simpatía y naturalidad.

¿Cuántos años tienes, Lucía? ¿Cómo fue tu llegada al doblaje?

Tengo dieciséis años. Y el doblaje empezó a gustarme a los cinco años. A esa edad, un amigo de mi padre, que se dedica a esto, nos invitó a grabar a su estudio. Y me encantó. Salí de allí diciendo: — “Quiero dedicarme a esto”. Así que buscamos una academia. Y encontramos la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM), donde empecé a estudiar, con Isabel Donate, a los nueve años.

¿Cuánto tiempo estuviste la escuela?

Estuve cinco años estudiando doblaje. Y sigo ahora, formándome en la disciplina de canto.

¿Cómo es la enseñanza de doblaje para los chavales?

Se practican takes. Y se hacen un montón de juegos. Con Neri Hualde, aprendimos muchos: trabalenguas, ejercicios de reflejos, improvisación… Aún sigo recordando algunos. Quedaron grabados en mi cabeza. Fue muy divertido. Una maravilla.

¿A qué edad empezaste a doblar?

Lo primero que hice fue a los diez u once años. Me llamo Lorenzo Beteta, para hacer unos ambientes, en la segunda película de Rompe Ralph. Todavía me acuerdo, por supuesto.

¿Cómo recuerdas tu primer contacto con el mundo profesional?

Muy nerviosa. Sobre todo el entrar. Fue en SDI; el estudio que ahora se llama Iyuno. Estaba muy, muy, muy nerviosa. Pero al final fue bien. Y, luego, con muchas ganas de verla en el cine. Para escucharme.

¿Y qué sentiste al escucharte en el cine?

Al principio no me gustaba nada escucharme. Luego, poco a poco, lo fui aceptando. Ahora ya estoy más acostumbrada. Pero al principio era muy raro oír mi voz.

¿Tienes algún antecedente de trabajo artístico en tu familia?

No tengo ningún familiar en el doblaje. A mi padre, de joven, le encantaba la radio. Tuvo un programa de radio, aunque luego lo tuvo que dejar.

¿Qué papeles has interpretado hasta el momento?

Anna, de Frozen, fue de lo primero que doblé, cuando era pequeña. Reunión familiar, una serie de Netflix, también al principio. El monstruo marino, una película increíble, de animación, cuyo doblaje dirigió Alejandro García, Peyo. Más recientemente, Bluey —aún hoy seguimos doblando algún capítulo—, una serie que se ha puesto muy de moda entre los ‘peques’. Abigail, que se estrenó en el cine hace poco. Y Guardiana de dragones, una coproducción chino-española. La última de todas, Amigos imaginarios, que vi con mi padre en el preestreno —después de moverme para conseguir entradas— ; y que veré de nuevo este viernes, esta vez también con mi madre.

¿Qué sientes al ver crecer en la pantalla a las actrices que vas doblando?

Depende de la actriz. Una vez doblé la primera temporada de una serie. Y cuando me llamaron para la segunda temporada, la niña había crecido mogollón. — “¿Cómo voy a poner yo la voz ahí? ¡Si parece que la niña tiene ya tres hipotecas!”—, pensé yo. Al final tuvieron que cambiar de voz.

Pero en Reunión familiar, por ejemplo, donde hice el personaje de Ami durante las cuatro temporadas, fui creciendo con ella, poco a poco. Le tengo un especial cariño a esa serie. Fue de los primeros personajes. Y la dirigió Pedro Tena, superbién.

¿En qué tipo de doblajes te sientes más cómoda?

Me gusta todo. Me encantan los retos. Y experimentar con personajes difíciles. Últimamente le estoy pillando el gusto a las pelis de miedo, aunque algunas son difíciles, sobre todo si tienes que pasarte toda la película gritando. También disfruto con los dibujos animados, sobre todo con los que tienes más trabajados. Bluey, por ejemplo. Llevo en ese serie desde que empecé. Y me resulta más fácil doblarla, ya conozco al personaje.

¿Y qué te ha costado más?

Abigail me costó un montón. Tenía que gruñir y gritar a la vez, en muchos gestos. Había además párrafos con muchísimos cambios: de actitud, emociones y tonos. Pero al final quedó muy bien. La vi en el cine y me gustó muchísimo. La trabajamos un montón. También me pareció difícil Guardiana de dragones. La grabamos con el director de animación, en videollamada. Y tuve que repetir cada take como siete veces. Y eso que eran unos 130, en total. Acabé agotada de ese doblaje. Pero fue un gustazo trabajar con Roberto Cuenca, en la sala.

¿Cómo te gustaría evolucionar en el mundo del doblaje? ¿Te ves haciendo esto dentro de diez años?

La verdad es que sí. El otro día me asustaron un montón. Con lo de la inteligencia artificial. —“Estudia una carrera distinta, ten un plan B”—, me dijeron. Pero no voy a estudiar algo que no me guste. Quiero dedicarme a esto. Y voy a esforzarme por conseguirlo. Se consiguen muchas cosas si te esfuerzas, con trabajo. Me veo aquí en diez años, sí.

¿Has probado a actuar en otros campos?

En el teatro. No en teatros grandes, sino en el teatro de mi pueblo, con un grupo de allí. Montamos un musical: La tienda de los horrores. Yo hacía el protagonista; un chico, además. Y quedó espectacular. Me encanta el mundo de la interpretación. Es mi pasión, desde pequeña.

¿Qué tipo de películas te gustan?

Me gusta un poco de todo. Últimamente he visto las películas de El corredor del laberinto, que combinan la parte filosófica con la acción, con zombies… Y me han gustado un montón. También me encantan las películas de miedo. Antes tenía una tradición con una amiga. Íbamos cada domingo a ver una película de miedo. Aunque ya no lo hacemos tanto, me siguen gustando.

¿Cómo encuentras el ambiente profesional? ¿Te tratan bien?

Me tratan muy bien. Al principio, cuando eres nueva, te saludan más serios. Pero una vez que te van conociendo, y te encuentras con los actores y actrices en los estudios y hablas con ellos, siempre te tratan muy bien.

¿Qué significa para alguien como tú crecer mientras desarrollas un trabajo artístico? ¿Tienes contacto con otros jóvenes en tu misma situación? ¿Qué dificultades encontráis?

La principal dificultad es compaginarlo con el instituto. Antes, cuando eres menor de 16 años, tienes que pedir permiso a la Comunidad de Madrid para poder trabajar. Necesitas un permiso. Y tener todo aprobado; si no, no trabajas. Así que esa es la principal dificultad: compatibilizarlo con los estudios.

¿Quiénes son tus actrices de imagen favoritas?

Me gustan muchas. Entre las españolas, me encanta Inma Cuesta. Y de las extranjeras me gusta Emma Stone, la protagonista de La La Land.

¿Sigues formándote? ¿En qué campos?

Ahora mismo estudio canto en la Escuela de Doblaje de Madrid. De teatro, me he quitado, porque empezaba el Bachillerato. Pero quiero volver. El año próximo me apuntaré de nuevo a teatro. Mejora un montón la interpretación.

Y, en el instituto, estoy estudiando Artes Plásticas. Pensaba cambiarme el año que viene a Artes Escénicas. Pero no, voy a quedarme en Plásticas.

¿Qué ventajas crees que aporta la práctica del doblaje a un actor?

Rapidez, soltura en la interpretación, aprendizaje de otros idiomas y lo que aprendes de la interpretación de los actores originales.

¿Y la dirección? ¿Te gusta? ¿Te ves dirigiendo doblajes?

Uy, eso es muy difícil. Y además ajustar. A lo mejor el día de mañana. Pero de momento voy poco a poco.

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