Miguel Ángel Jenner: «El doblaje de ‘Pulp fiction’ me cambió la vida»
Miguel Ángel Jenner, actor y director de doblaje, de carrera inabarcable, voz de Samuel L. Jackson, Morgan Freeman, Jean Reno y muchísimos otros —afroamericanos, muchos de ellos— ; premio Irene de Doblaje 2023; intérprete y director de doblaje de algunas de las series y películas más impactantes de las últimas décadas, desde Pulp fiction, hasta La vida es bella, Cadena perpetua o El Señor de los Anillos, sin olvidar otras cintas del más reputado cine de autor, como Tres colores: Azul, Blanco y Rojo, y taquillazos de la animación, como Pocahontas o Monstruos S.A., repasa algunos hitos de su carrera profesional en esta entrevista para el blog de la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM), donde también aboga por la unión sindical y la firma de un convenio estatal, y expresa, con su familiar vozarrón, su opinión en torno al doblaje de las voces racializadas.
PREGUNTA: Miguel Ángel, tu apellido no parece español, ¿de dónde procede tu familia? ¿Tienes algún antecedente dedicado a la interpretación?
Mi familia es un tanto rara. Mi apellido es inglés. Mi padre era inglés de pura cepa, de familia aristocrática, aunque esto, a estas alturas, no sirva ya para nada. En realidad se pronuncia yénner; pero, como es un poquito raro, yo he dicho jener toda la vida. Mi madre era de Palencia, de un pueblo llamado Vertavillo del Cerrato, junto a Venta de Baños; gracias a lo cual aprendí yo a hablar un castellano puro, porque me crie con mi abuela.
En cuanto a los antecedentes artísticos, mi madre llegó a cantar alguna zarzuela, pero sin ninguna pretensión profesional. Yo soy el bicho raro, el que nació saltimbanqui. A los doce años quise que me regalaran una guitarra. Y desde ese momento me perdí para el resto de la Humanidad.
En 1982, el año del Mundial de España, pero también uno de los ‘años de plomo’ de la banda terrorista ETA, un año después del intento de golpe de Estado de Tejero y el mismo año de la victoria socialista de Felipe González en la urnas, te trasladaste, desde tu Madrid natal, a vivir a Barcelona, para trabajar como actor. ¿Cómo recuerdas aquella época? ¿Qué fue lo que más te chocó de la capital catalana?
Por aquel entonces no me chocó nada; era sencillamente una variación. Yo venía de un Madrid precioso, que bullía. Eran los años de La Movida. Y la vida era muy divertida, con la ventaja además de ser joven. El intento de golpe de Estado de 1981 lo recuerdo perfectamente. Me pilló circulando por la Castellana, en un Seiscientos. De repente, se formó un tapón. Y empezaron a pasar coches militares, coches de la Guardia Civil, tanquetas blindadas. Puse la radio del coche y me enteré. Así que di la vuelta y me fui directamente a casa. El intento de golpe me pilló a 800 metros del Congreso de los Diputados.
En 1982 me vine para Barcelona, que era entonces era una ciudad muy divertida, llena de vida, de posibilidades, de antros… No le faltaba nada. Y como tal la vivimos mi mujer y yo. Desde que llegamos estuve ocho años trabajando en el mismo teatro, así que me dio tiempo a echar raíces. Era una ciudad muy interesante. Y tiene además el Mediterráneo. Hemos sido muy felices aquí.
En tus inicios, y luego en TVE, estuviste ligado al music hall y a la revista, primero como actor y luego como presentador de televisión. ¿Conservas alguna relación con estos géneros teatrales?
Tanto en Madrid, como en Barcelona, en el Paralelo, yo hacía el papel de maestro de ceremonias, que no dejaba de ser un papel de presentador, muy lúdico, fantasioso y con libertad para hacer mil locuras. Yo estaba haciendo ese papel cuando vino a verme el productor de Los sabios, un programa de televisión. Me citó en su despacho al día siguiente. Y me propuso presentar el programa. Entonces lo estaba presentando Andrés Caparrós; llevaban tres o cuatro programas. Pero al productor le parecía que me iba mejor a mí el papel. Y lo hice durante 78 programas seguidos. Era mi hábitat natural. Hablar y presentar es algo para lo que siempre he tenido mucha facilidad.
Tu carrera como actor de doblaje es sencillamente inabarcable, con más de dos mil interpretaciones a lo largo de 40 años de actividad. Además has dirigido el doblaje de un buen puñado de películas de directores absolutamente imprescindibles, como, por ejemplo, Woody Allen. ¿Son difíciles de doblar las películas de Woody Allen? ¿Qué recuerdas del doblaje de Acuerdos y desacuerdos, Celebrity o Todos dicen I love you?
Cuarenta años dan para mucho. Yo empecé a dirigir hace ya muchos años. Hice toda la travesía en esta profesión. Empecé haciendo ambientes, pequeños papelitos, poco a poco fui haciendo más. El primer papel me lo dieron en la maravillosa serie Canción triste de Hill Street. Fui subiendo peldaños en la profesión. Y llegó un día en que me propusieron dirigir. Fue un trabajo que me fascinó. Me tiré 22 años dirigiendo, hasta que consideré que había cumplido.
¿Las películas de Woody Allen? Son terriblemente difíciles de doblar. Son como una conversación multitudinaria en un bar. Están llenas de gente, y todo el mundo habla a la vez. Y a toda hostia. Tienen siempre personajes muy vivos, que están continuamente dialogando, pisándose… Pero te pones a adaptar los guiones, vas colocando cada cosa en su sitio, y cuando te vas a doblar, lo más difícil ya está hecho.
También dirigiste el doblaje de Cadena perpetua, el drama carcelario interpretado por Tim Robbins y Morgan Freeman y quizás una de las películas más vistas para mucha gente (es imposible no volver a verla cada vez que la pasan por televisión). Una curiosidad al respecto: ¿qué cinta te ha deparado más derechos de la propiedad intelectual a lo largo de tu extensa carrera? ¿Qué recuerdas de aquel doblaje?
Es un peliculón; una de las cosas que más he disfrutado en mi vida. Tiene un guion que es un monumento; de hecho, estuvo nominado al Oscar en 1994. Es una auténtica maravilla. Disfruté mucho adaptándola. Y de la interpretación del ramillete de compañeros que vinieron a doblarla, están todos perfectos.
A mí también me pasa. Hay películas con las que te topas haciendo zapping, y sabes que te vas a quedar. Me pasa también con El padrino.
En cuanto a lo de Aisge, los derechos de la propiedad intelectual, pues no tengo ni idea, la verdad. Cada año llega la relación de películas, y la cantidad que han rendido por su emisión. Pero esa relación ocupa 50, 60 o 100 páginas. Es un galimatías, nunca me he parado a mirar. Aunque sé que hay cosas que dan mucho, como El Señor de los Anillos — la pasan continuamente—, Pulp fiction… Y otras que, no sabes porqué, dan un rendimiento inesperado.
Otro de los títulos destacados en tu faceta como director de doblaje fue La vida es bella, la historia ambientada en un campo de concentración nazi, que le valió a su director y protagonista, Roberto Benigni, un Oscar al mejor actor, y otro a la mejor película en el año 1999; y en cuyo doblaje participó tu hija, Michelle Jenner, dando voz al pequeño Giosuè. ¿Qué recuerdas de aquel doblaje? ¿Se siente uno partícipe del éxito de una película así?
La adaptación y la dirección del doblaje son tuyas, así que algo tuyo has dejado; eso está claro. Recuerdo esta película perfectamente. Cuando la vi dije: —“Qué maravilla de película”. Pero tuve reparos. Mi hija Michelle era bastante pequeñita. Y me preguntaba: —“Cómo voy a ponerla a doblar una película tan dura”—. Pero ella solo iba a ver su parte, su papel, y además, una de las cosas maravillosas que tiene esta cinta es que el padre consigue evitar al hijo la contemplación de cualquier maldad… Fue muy bonito doblar con Michelle. Es una película extraordinaria. Un monumento de humanidad. Y está hecho con mucha delicadeza. Es una obra de arte.
Cinco años antes, en 1994, tuvo lugar el estreno de una película —Pulp fiction— que cambió la historia del cine, y cuyo doblaste tú dirigiste. ¿Qué pensaste de la película cuando la viste por primera vez? ¿Conocías trabajos anteriores de su director, Quentin Tarantino? ¿Te sorprendió el inmenso éxito de la cinta?
Conocía Reservoir dogs, que ya era impactante de por sí. Pero Pulp fiction se sale de todos los parámetros. No hay forma de contarla, tienes que verla. Cuando yo estaba esperando a que me llegara la película, estaba en manos del traductor, que es muy amigo mío. Y él me decía. —“¡Qué película, tío! ¡Qué película!—. “Pero cuéntame algo”—, le decía yo. —“No se puede”, contestaba él.
¿Cómo cuentas Pulp fiction? No se puede, hay que verla: el guion, la música, el reparto… Fue un momento clave en mi vida profesional. Adaptar y dirigir el doblaje de Pulp fiction, e interpretar el personaje de Jules, me cambió la vida. La encauzó en una dirección que aún hoy perdura. Todo eso le debo a Tarantino y a Pulp fiction. De hecho, llevo un fragmento de uno de sus monólogos tatuado en el antebrazo.
También has dirigido y doblado enormes éxitos del cine europeo de autor, como la trilogía Tres colores: Blanco, Azul y Rojo, de Krzysztof Kieślowski. ¿Cómo abordas estos trabajos? ¿Qué dificultad plantea doblar el llamado cine de autor? ¿Cómo afronta un actor de doblaje su interpretación?
Creo que la definición que mejor se adapta a nuestro trabajo es que combinamos la pasión del artista con la precisión del artesano. Cada vez que llega una película que tienes que dirigir, empiezas a comportarte como un relojero. Coges una película, la desmontas y empiezas a trabajar con ella, fragmento a fragmento. Se trata, no de una traducción, porque eso dejaría expresiones que no se corresponden con las nuestras, sino de una adaptación. Hay que extrapolar una forma de decir las cosas a nuestro idioma. Encontrar las correspondencias adecuadas. Y que cuadren con las bocas, con la voz del actor original… Hay que desmontar el reloj, pieza a pieza. Y volver a montarlo. Hacerlo muy meticulosamente, y con mucho cariño, procurando acertar con todo: la adaptación, el reparto, la dirección de actores… Es mucho trabajo.
Como actor, has doblado a multitud de actores afroamericanos. ¿Qué opinas sobre la polémica sobre los actores racializados y de la exigencia de que sean doblados por actores de su misma raza?
Eso es una memez. No tiene sentido. Cuando te dan una película procuras afinar al máximo para que aquello se parezca al original. Mientras los actores lo claven, me da igual su color. Estamos hablando de un trabajo artístico. Y aquí lo que se buscan son artistas, no clones. De hecho esa exigencia no ha cuajado; no tiene sentido.
Además de dirigir el doblaje de El Señor de los Anillos, has participado, como narrador, en el audiolibro dedicado a la popular saga. ¿Cómo ves este formato? ¿Qué aporta al lector? ¿Y a ti como actor?
El Señor de los Anillos también forma parte de mi vida. La primera vez que leí el libro tenía doce años. Lo volví a releer varias veces. De hecho fui yo quien llamó a la distribuidora en España, cuando me enteré de que Peter Jackon la estaba rodando. —“¿Habéis pensado en alguien que se encargue del doblaje”—, les pregunté. —“Pues tú”, me dijeron. —“¿Cómo que yo?” —“Eres el primero que llamas, y eso es señal de que te interesa el asunto”—, contestaron. Así que me la encomendaron. Y disfruté como un loco. Fueron casi cuatro años de trabajo, entre películas, documentales… Después, pasado el tiempo, me llaman de la editorial y me proponen leer los libros. Acepté. Y me tirado unos cuantos meses —me lo he tomado con calma— encerrado en el locutorio con mi compañero el técnico; ha sido un placer conjunto. He disfrutado mucho creando cada uno de los personajes que tengo en la memoria, no solo de la lectura de los libros, sino de los compañeros, cuando doblamos las películas: cómo lo hicieron, cómo sonaban… Y ha funcionado muy bien. Han tenido una acogida estupenda los audiolibros. Porque lo he pasado bien. Y eso se transmite a quien lo oye. Es cuando las cosas funcionan.
Recientemente te has involucrado en la polémica sobre la negociación del convenio colectivo para Cataluña, de cuyo bloqueo el sindicato DUB culpa a los sindicatos CCOO y UGT. ¿Qué opinas de la labor sindical? ¿Formas parte de algún sindicato? ¿Crees que es necesario un convenio estatal?
Yo soy socio de DUB, el sindicato de Barcelona; igual que he sido socio de otras agrupaciones. Es mi obligación. Formo parte de esta profesión. Y es nuestra obligación mantenerla. Es verdad que tenemos el convenio bloqueado. Y es verdad que culpamos a estos sindicatos, que firmaron en Madrid, y no quieren firmar lo mismo en Barcelona, cuando el trabajo es el mismo; hacemos exactamente lo mismo.
Siempre he pensado que nuestro mejor futuro debería ser ir juntos de la mano; que no hubiera catorce sindicatos en toda España, sino uno solo. Unido y fuerte. Que nos representara a todos. Sería necesario un convenio estatal. Las desigualdades son notorias y muy grandes. En Madrid y en Barcelona, se pagan unas tarifas determinadas, y en otros lugares se paga la mitad. Estamos creando desigualdades. Se trata del ‘divide y vencerás’, que ha funcionado siempre, y sigue funcionando. Debería haber un convenio estatal. Pero como de momento no es posible, hay que negociar cada uno en su territorio. Que se respeten los mismos parámetros. ¿Por qué CCOO y UGT firman el convenio en Madrid, y no en Barcelona? Llevamos meses así. Esto, en algún momento, tiene que cambiar.
Finalmente, además de agradecerte tu amabilidad, me gustaría recabar tu opinión sobre los Premios Irene de Doblaje, que organiza la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM) —el editor de este blog— y en cuya última edición recibiste una distinción en reconocimiento a tu contribución artística a lo largo de tu dilatada carrera profesional. ¿Qué supone este premio para ti?
Tiene un significado muy especial para mí. Piensa que yo vine a Barcelona hace 40 años, por un contrato en el teatro. Pero yo soy madrileño; he nacido allí. De hecho en los años 70 intenté dedicarme al doblaje en Madrid, pero la cosa no acabó de cuajar —quizás porque yo no insistí lo suficiente—. Aquí, en Barcelona, la vida me facilitó las cosas. Y se me abrió el camino. Que mis compañeros de Madrid me reconozcan todo el camino hecho, y me consideren digno de ser premiado, como uno de los que ellos piensan que ha cumplido con la excelencia en la profesión, es algo que no tiene precio para mí. Es el premio más importante que he recibido en mi vida; y eso que he recibido unos cuantos, llevo muchos años.