Procedente del mundo de la radio y de la televisión, Melania Marcos, locutora con más de 20 años de experiencia en publicidad y otros campos, aborda en esta entrevista algunas de las claves de su trabajo ante los micros y como profesora de locución publicitaria en la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM), editora de este blog.
Marcos, bregada en el trato con creativos y agencias, deplora la pérdida de la creatividad y de la interpretación en cuñas y spots, detectada en los últimos años, y añora un mundo sin Covid, donde los locutores podían explorar las distancias cortas, a fin de averiguar los deseos de sus clientes. Algo nada fácil, como veremos.
Melania: llevas casi dos décadas dedicada en exclusiva al mundo de la locución. ¿Por qué te decidiste a dar el paso y dejaste tu trabajo como reportera televisiva?
Por razones personales, básicamente. Con dieciocho años había estudiado doblaje. Y, después de una época de estar cogiendo cuatro o cinco aviones a la semana, moviéndome por toda España, me quedé embarazada. La necesidad de estar más cerca de mi hijo y la imposibilidad de viajar –soy madre soltera– me llevó a volver a la voz.
Siempre me había apasionado. Desde que empecé en la radio a los quince años. Me fascinaba la palabra como vehículo de comunicación. Y volví a la voz.
¿En qué campos de la locución te has especializado? ¿Publicidad, documental, corporativo…?
He hecho de todo. En radio hice incluso en su momento una especie de radio-cabaret, con Catalana De Gags. Hice Lonely Planet, National Geographic… hace un montón de años en un estudio que se llamada Ártico. Pero lo que más he hecho ha sido publicidad.
Dentro de la publicidad has mostrado una gran variedad de registros, adaptando tu voz a los distintos géneros. ¿En cuál de ellos te encuentras más cómoda? ¿Qué dificultades plantean esos cambios para el locutor?
¿Dificultad? Al contrario. Es un reto. Las mujeres tenemos una amplitud de registro mayor que los hombres, normalmente. Pero además algunas actrices de doblaje y locutoras tenemos capacidad de mover la voz desde un espectro bastante agudo a otro más grave. Eso te da más diversión. Y poder acometer distintos trabajos. O hacer dos voces en una misma pieza, por ejemplo.
A mí me divierte. Saber a qué target [público] me dirijo, adaptarme a ese target… Me divierte. No lo veo un handicap. Todo el mundo que trabaja con su propia voz tiene que arriesgar. Tiene que llevar su voz a límites por arriba y por abajo para ver hasta donde puede llegar. Eso es lo apasionante.
¿Qué es lo más raro que te ha pedido un creativo?
Aparte del consabido voz de agua, que a mí también me lo han pedido –debe de ser un clásico en la creatividad de los años 90– lo más raro que me ha pedido un creativo, argentino, fue: –Pon voz como si fueras un cuadro de Lola Flores–. Afortunadamente yo había visto cuadros de Lola Flores. Cuadros muy naif, con mucho colorido. E intenté traducirlo en una voz muy naif.
Lo siguiente que me pidió fue poner voz como si me hubiera fumado un porro. En la misma sesión y con unos diez minutos de margen. Eso es lo más raro. También me han llamado preguntándome si sabía poner voz de zapatilla. Y yo contesté: –¿De deporte o de andar por casa? –. Era un ‘dibu’, en realidad; poner ‘en boca’ una zapatilla .
Vivimos una etapa de grandes transformaciones ligadas a la tecnología digital. ¿Cómo ha cambiado el mundo de la locución desde que empezaste?
Tremendamente. Ha cambiado mucho. Para mejor en cuanto a los equipos: los micrófonos, las tarjetas de sonido… Ahora todos los equipos que se manejan en un estudio pueden mejorar muchísimo tu voz; te ponen el traje de noche para tú salgas estupendo.
Pero también hay cosas que han empeorado. Y más con el Covid. Hemos perdido la cercanía y algunos elementos del trabajo colectivo. No ver un rostro, estar conectados solo por Internet, y no estar viendo qué ocurre en casa de cada una de las personas que están conectadas, dificulta el trabajo.
Nosotros tenemos que tener mucha psicología. Captar muy bien lo que quiere el cliente, lo que quiere el copy, lo que aporta el realizador, lo que quiere producción… Nos nutrimos de esa psicología de cercanía. Y todo eso se pierde en gran medida.
¿Y en el aspecto formal? ¿En qué ha cambiado la propia locución? ¿Qué te piden ahora que antes no te pedían? Y al revés, ¿qué tipos de locución han pasado de moda?
Las locuciones muy cargadas, de locutor a la antigua usanza… Eso ya no se lleva. Ahora te piden tonos muy frescos, muy naturales, que no suene a locutor, el casual, que le llaman. Eso es lo que piden ahora. Y tiene un peligro enorme. Ahora mismo está sonando mucha gente, que son ‘amigos de’, que no han hecho nunca un curso de locución, ni han hecho doblaje, ni han estado con los grandes de la voz. Se emiten piezas que están mal articuladas y vocalizadas. Con aire por delante y aire por detrás en las vocales. Con dibujos de sonido rarísimos. Todo eso se está escuchando ahora mismo. Y grandes clientes lo están dejando pasar. Se está ahogando un poco al sector. Porque un locutor, incluso si se quiere una locución fresca y natural, tiene mucho que hacer. Y mucho que decir.
¿Echas algo en falta de aquella etapa inicial? ¿Qué elementos no deberían haberse perdido?
Echo en falta la creatividad. Últimamente se ha perdido, en aras del marketing. Pesa muchísimo ahora el marketing. Y los clientes tienen miedo a dar por perdido su dinero. Un miedo que se respira en las salas. Y que no redunda en una buena locución. Por eso la parte del acting [interpretación] se va perdiendo. Y cada vez se tiene menos tiempo para interpretar esa parte emocional, que es la que capta el consumidor. Hay que decir cada vez más cosas en menos tiempo. Y esa parte del mensaje se pierde.
Trabajas como profesora en la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM). ¿Qué alumnos se interesan por este mundo? ¿Y tus clases? ¿Cómo son? ¿Qué tratas de enseñar?
El alumno que a mí me interesa, y yo lo tengo, es un apasionado del mundo de la voz. Es curioso. Y con ganas de aprender. Con respeto por el camino andado, algo muy importante para mí. También me interesa quien sigue explorando en casa, y no solo invierte el tiempo de sus horas en clase.
¿Qué tipo de clases imparto? Son muy dinámicas. Yo apenas toco el micrófono. Para que sean ellos quienes experimenten. Y aprendan cosas, arriesguen… Y se reten a sí mismos delante de un micrófono.
Utilizó materiales para trabajar la comicidad y el humor, que provoquen mucha risa. Eso es algo muy importante. Que tengan grandes retos interpretativos. Y luego, que vengan respirados de casa.
Trabajo muchas cosas. Pero sobre todo en un entorno divertido, nada hostil, en el que no pasan nervios. Vienen a reírse y a aprender. Ambas cosas van muy unidas. Es un binomio muy importante. Emoción y aprendizaje van unidos. Y eso intento llevarlo a las clases.
¿Qué condiciones son necesarias para ser un buen locutor
Oído. Uno tiene que ‘bailar’ con la música que le pongan. Saber cuando entrar. Tener los ‘tempos’ en la cabeza. Si te dicen: –Hazme esta locu en diecisiete segundos– , que lo sepas hacer. Si tienes una bonita voz, por supuesto, tienes mucho ganado. Si tienes además todas las herramientas funcionales que se requieren, en cuanto a entonación, respiración diafragmática… mejor. Y si además tienes un amplio espectro de voz; es decir, si has explorado tu voz, y sabes llevarla de un lado a otro, de graves a agudos, y sabes hacer distintas cosas: acentos, imitaciones… Interpretación a tope; que te digan: – Eres una cajera de supermercado y, cuando abres el micro para cantar la oferta, no estás en el supermercado sino en un concierto de heavy metal…
Que imagines. Y sepas crear. De la nada. Porque en una cuña, por ejemplo, hay una parte de creación muy grande, incluso más que en un spot. O en un spot, por ejemplo; quizás te enfrentes a un texto muy largo, con una palabra que se repite mucho… Ahí tienes que echarle talento para que no suene todo igual. O en un vídeo.
Cuando haces una cuña, e interpretas a un personaje, tiene que llevar mucho de ti. De creación. Eso es muy bonito. Y se aprende.
¿Qué es lo más difícil de la locución publicitaria? ¿Qué les cuesta más aprender a los alumnos?
Cada cual tiene su talón de Aquiles. Hay gente que llega sin saberlo con una vocalización deficiente. Y eso es fundamental. Porque, si te comprimen la voz o tienen que acelerarla un poco, cualquier defecto salta inmediatamente. A algunos alumnos les cuestan especialmente algunos bisílabos o trisílabos. No a todos las mismas letras. Hay gente que tiene un problema crónico de respiración, que no sabe controlar el flujo de aire y utilizar las puntuaciones para ir cogiendo aire. Hay otros a los que les cuesta mucho interpretar. Y tienes que hacer un trabajo de dar confianza… para que se suelten.
Otra cosa muy importante es saber qué quiere quien te contrata: el cliente, la agencia, o la productora. Hay gente que no sabe captar eso. Y es fundamental. Se trabaja a gran velocidad. Te ponen el texto delante y en dos minutos tienes que desplegar todo tu arte. Son en total veinte o treinta minutos de trabajo en los que no te puedes encasquillar. Y donde puede suceder que tengas una persona delante, que diga: –No me gusta. No me gusta. No me gusta–. Y tú tienes que saber dar opciones. Debes tener esa capacidad, esa seguridad.
Saber captar lo que quiere el otro, con psicología. Todo para que tu locución ponga la guinda a un pastel que, tan amorosamente, se lleva días preparando…
¿Cuánto se tarda en adquirir una buena técnica?
Depende. Hay gente que tiene un talento innato. Y ya desde pequeños articulan muy bien. Y tienen además como un botón de volumen en la espalda, y si les pides que griten o levanten la voz o la proyecten, lo hacen muy bien; pero que, en en ‘chiquitito’, se manejan bien. Y hay gente que no. Que tiene pánico al micrófono…
Cada persona es un mundo. La voz es una huella de cada persona. Y dice mucho de ti. Depende además del estado anímico de la persona. Un día salen unas cosas y otro día otras. Las mujeres, incluso, podemos cambiar algo de tono cada mes, con los cambios hormonales. Fíjate tú si varia. Hay personas que tienen un talento innato. Y hay personas que a base de mucha tenacidad consiguen grandes progresos en seis meses o un curso completo de un año.
Aunque no tengas un talento innato, puedes conseguir muchísimo en el manejo y el control de tu propia herramienta.
Si pudieras elegir, ¿qué trabajo aceptarías con los ojos cerrados?
Ya lo hago. En el último año y medio, creo que he hecho todas las ONG de España. Todas. He trabajado con Juegaterapia; con la Asociación Española contra el cáncer (AECC), durante mucho tiempo; con Rais, Greenpeace, Unicef… Todos los trabajos que tengan que ver con mi pulsión personal –ecología o derechos humanos– me fascinan. Voy corriendo.
¿Y los que no? Política. Somos mercenarios, como dice un compañero. Y a todo, si te pones a bucear, se le puede encontrar un pero. Pero hay cosas que a mí me costaría muchísimo hacer. Todo lo que tenga que ver con política o religión. De hecho, he dicho que no a campañas en las que me ofrecían muchísimo dinero. Pero no quise hacer a determinado partido político. Luego me llaman de Greenpeace y les hago precio. Me llaman de Rais, que trabaja con gente de la calle, y se lo regalo. Por otro lado, la locución, si conecta con tus valores, gana mucho en emoción, pones más de ti.
Finalmente, del extenso mundo de la voz, ¿te interesan otros ámbitos además de la locución?
El doblaje me interesa mucho, la interpretación, cantar me gusta mucho, el mundo de hablar en público —las charlas Ted, por ejemplo— . El mundo de la comunicación, del que yo vengo, me fascina. Incluso la voz como terapia. Ahora estoy buceando por ahí.