Marta García: «La monotonía está prohibida en un audiolibro»

Marta García: “La monotonía está prohibida en un audiolibro”

Periodista, narradora, empresaria y docente, Marta García García, profesora de audiolibro en la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM), la editora de este blog, ofrece en esta entrevista útiles consejos a quienes quieran acercarse al ámbito del audiolibro; un universo en expansión que necesita profesionales de la voz, de todo tipo, capaces de enfrentarse a una maratón, donde los humanos corren también contra las máquinas, y donde la única dirección prohibida es la monotonía y la repetición.

Marta: ¿Qué es para ti un buen audiolibro?

Un buen audiolibro es aquel que aporta algo más. Algo distinto respecto a un libro electrónico o uno en papel. Siempre pongo un ejemplo: el audiolibro que ha grabado recientemente Ángel Martín, titulado Por si las voces vuelven. Es el primer audiolibro que digo a mis alumnos que escuchen. Creo que explica perfectamente qué es un audiolibro a nivel emocional, porque no es lo mismo imaginar cómo Ángel Martín se rompe o llora, que escuchar al propio Ángel llorar o romperse. Eso es algo que solo puede darte este formato. Y puedes entender de un solo golpe qué es lo que aporta.

Cuando un narrador es realmente bueno, y consigue transmitir la historia, con personajes ricos y variados y una narración natural, un audiolibro puede llegar a gustarte incluso más que el libro en papel.

Un buen audiolibro tiene que ser fiel a lo que el autor ha querido transmitir. Si es una novela, debe disponer de gran variedad de registros, de una buena interpretación y de una narración totalmente natural. Es algo que puede parecer sencillo. Pero tiene todo un universo detrás.

¿Y tus clases? ¿Cómo son? ¿Qué tratas de enseñar a tus alumnos?

Todas las clases las hacemos en el atril. Es como mejor se aprende. Así, el alumno entiende lo que se siente ante el micro enfrentándose a cada una de las dificultades del proceso. Son clases prácticas al cien por cien. Siempre estamos en el atril.

Allí vamos explicando todos los conceptos que aúna el audiolibro. Desde asuntos básicos, como la respiración, la articulación… toda la parte de técnica vocal, en la que se insiste más en el nivel de iniciación, pero que tampoco se descuida en los niveles avanzados, allí donde acuden profesionales de la voz, que quieren aprender a narrar audiolibros.

La técnica vocal que requiere el audiolibro tiene sus peculiaridades. Y deben ser practicadas. Un audiolibro dura entre tres y cinco horas, de media. Cualquier otro formato tiene una duración menor: una cuña, un take de doblaje, un documental. De media un audiolibro dura entre tres y cinco horas, pero los hay de 10 o 12 horas. El más largo que he hecho yo dura 97 horas. Son sesiones muy largas. Y necesitas disponer de una buena base y un buen manejo de la respiración. Es muy importante la técnica vocal. Y la dicción. Si no, luego encuentras muchos errores o retakes. Hay que ser exquisito con la pronunciación.

Además, practicamos herramientas para dar naturalidad a la narración. Una cuestión que parece sencilla, pero no lo es. Buscamos que no suene a leído. No se trata de leer, sino de narrar. Por eso les llamamos narradores. Enseñamos técnicas para que la lectura suene natural. Técnicas que se basan en observar qué hacemos cuando hablamos. Por ejemplo, los signos de puntuación. Nos han enseñado a respetar los signos de puntuación, pero cuando hablamos, no respetamos exactamente esos signos de puntuación. Hay puntos y seguidos que no hacemos, los convertimos en comas; comas que directamente quitamos… Hay que desaprender mucho. Nos han inculcado esas normas y nos cuesta quitárnoslas de encima. Esa es una de las cosas que practicamos.

Se trata de que la narración no suene monótona, que no tenga patrones. Sabemos que hay oyentes que han tenido una mala experiencia con algún audiolibro, por aburrimiento, y quizás el quid está ahí. Que no suene todo igual. Que haya como en una conversación cambios de ritmo, de velocidad, que varíen las alturas tonales, no respetar a veces los signos de puntuación, marcar algunas palabras más que otras… Todo eso es lo que hay que aprender. Y automatizarlo, para disponer de ello en el momento en que nos ponemos a narrar un audiolibro.

Eso en lo relativo al narrador; la parte que tiene más peso en un audiolibro. Pero luego tenemos los personajes. Es importantísimo poder diferenciarlos. Es un formato en que los oyentes quizás puedan distraerse unos segundos, no siempre están concentrados al cien por cien. Y al igual que cuando escuchas la radio, te distraes un momento y cuando vuelves en seguida identificas quién habla, aquí tiene que pasar lo mismo. Deben reconocer las voces; saber quién está hablando.

Necesitamos que los personajes se diferencien. Pero hay unos límites muy marcados. No se puede caricaturizar, nada de voces de dibujo animado, ni algo forzado o impostado. Por eso trabajamos en las clases en la creación de los registros. Es algo que crea el narrador. La forma de hablar del personaje. Su forma de expresarse. La interpretación. Eso lo crea el narrador con la ayuda del texto, que describe cómo es ese personaje.

La construcción de los personajes es muy importante para dar vida a la narración y transmitirla a quien está escuchando. Esa es la segunda parte del curso. Trabajamos cómo buscar diferentes registros de voz, dentro de nosotros mismos, que sean creíbles, con la medida justa, suficientes para diferenciar los diálogos, y que el oyente sepa perfectamente quién habla; si una niña, la abuela o el padre.

Hay que explorar dentro de nosotros, como un imitador, que invierte su tiempo buscando recursos. Jugamos a eso en las clases. Hacemos ruletas, por ejemplo, con personajes distintos. Los alumnos tienen que interpretarlos. Y cambiar de registro. Esa parte también es muy importante.

¿Qué les cuesta más aprender a los alumnos?

Lo bonito de dar clase es ver cuáles son los puntos más fuertes de cada persona y en qué necesita mejorar. Hay a quien le cuesta más el narrador. Y hay otros a los que les cuestan más los personajes, la interpretación; salir de su zona de confort, arriesgarse un poquito.

Es más difícil de lo que parece. En eso coinciden todos los alumnos. Algunos llegan pensando que es solo leer. Luego, ven la concentración que se necesita, los cambios continuos de personaje, la interpretación, no equivocarse demasiado…

Este formato requiere resistencia. Una cuña o un take de doblaje son un sprint: veinte, treinta o cuarenta segundos. Un audiolibro es una maratón. Las sesiones de grabación no bajan de las dos horas y media. Y nuestra voz tiene que aguantar. Son muy importantes la respiración, la concentración, la lectura anticipada.

La lectura anticipada significa tener la capacidad de leer dos o tres renglones por delante, al menos, de lo que va diciendo la boca. Leer mucho en voz alta mejora la lectura anticipada, que es clave. Es lo que te indica si viene una frase larga, por ejemplo, en la que no vas a poder parar; porque si no, sonaría poco natural. Te permite decir una frase subordinada muy larga, cogiendo una buena provisión de aire. Te dice quien va a hablar. Y cómo lo dice: con ironía, enfadado.

Al final todos los alumnos coinciden en que el formato requiere formación. No es tan sencillo. Tiene su dificultad.

¿Quiénes son tus narradores favoritos?

Me gusta mucho Neus Sendra. También Jordi Boixaderas, Gádor Martín Díaz, Nikki García y Pepe Ocio… Pero si tuviera que elegir solo uno, diría Neus Sendra.

¿Qué te parecen los libros narrados por sus autores? ¿Qué se gana? ¿Qué se pierde?

En el caso del libro de Ángel Martín está claro que tiene que ser narrado por su autor; perdería mucho si no fuera así. Hay algunos en que, por su contenido, ganan muchísimo, si lo hace el propio autor. Pero tiene que estar preparado para narrarlo. Las editoriales o las plataformas utilizan a los autores como reclamo; hay que entenderlo. Estamos intentando que la industria crezca y se asiente. Un audiolibro narrado por su autor puede acercar a más gente a la plataforma o al formato. Y eso es muy importante. Algunos autores saben manejarse bien ante un micrófono. Y el trabajo queda bien. Pero, con otros, nos ha ocurrido lo contrario. Autores que no se han sentido cómodos. O que el resultado no ha sido óptimo. A veces el autor aporta mucho. Narrar un audiolibro puede hacerlo todo el mundo, siempre que tenga formación. Pero el producto debe ser bueno.

¿Cuál es el ritmo adecuado de una narración?

El ritmo del narrador es pausado. No puede correr. Pero tampoco ser excesivamente lento. De media unas 160 palabras por minuto. Eso es un buen ritmo. No es algo que me haya inventado yo. Está muy estudiado. La plataforma Storytel, por ejemplo, ha hecho estudios sobre ello. Y concluyen que el ritmo adecuado es aquel en que al oyente le da tiempo a entender bien al narrador, sin perderse.

¿Y el volumen? ¿Qué tipo de emisión recomiendas a tus alumnos?

Cuanta más voz proyectes menos edición va a requerir. El audiolibro es un trabajo muy arduo para el técnico; que es nuestra media naranja. Solo lleva voz y silencio. La mayoría de las plataformas exigen retirar todas las respiraciones no interpretativas. Y cualquier ruido, por supuesto: cualquier clic, ruido de saliva, nasal… A evitar esos ruidos aprendemos en clase de técnica vocal. Eso supone un trabajo terrible de limpieza. Si narras para el cuello de tu camisa, el técnico tendrá que subir la ganancia. Y al subir la ganancia, no solo va a arrastrar la voz, sino también todo el ruido. Se notarán más los ruiditos con la boca, los nasales, el ruido de sala… Todo se incrementará. Y supondrá mucha más labor de limpieza.

La voz tiene que tener cuerpo, presencia. Y no debe necesitar que se suba la ganancia en exceso. Porque entonces se amplifica la voz; pero también todo lo demás.

El técnico es nuestro partner, nuestra media naranja. Hay que facilitarle la vida, igual que él nos la facilita a nosotros. A veces hay narradores buenísimos, pero que no tienen en cuenta la parte técnica, que es igual de importante, y al final, no valen porque el técnico gastaría un tiempo infinito en limpiar su trabajo.

¿Qué audiolibro aconsejas escuchar a tus alumnos?

Ya he mencionado, por su componente emocional, el de Ángel Martín. También me gustan Aquitania, Últimos días en Berlín, Patria, Glaciar, Algún día te mostraré el desierto, o la ficción sonora La suelta, de Juan Gómez-Jurado, por ejemplo. De los libros que he narrado yo me gustó mucho Llamadme Alejandra, de Espido Freire, por la forma en que crea los personajes; o un saga de Jordi Sierra y Fabra, La conspiración del coltán y La conjura de Herat, que me encantó por la gran variedad de personajes que aparecen, y porque soy amante de la novela negra; me divertí muchísimo.

Y, al contrario, ¿qué prohíbes a tus alumnos?

Nada, salvo la monotonía, si tuviera que decir algo. Eso si está ‘prohibido’; repetir patrones. Acabar las frases siempre igual, los canturreos o toniquetes. Todo eso, los patrones que se repiten, hacen desconectar al oído en escuchas tan largas, sin un apoyo visual. El documental, por ejemplo, tiene ciertos patrones: los cierres nunca cierran del todo, las frases siguen una especie de cadencia. ¿Pero qué pasa si le quitas el apoyo visual? Se lo digo a mis alumnos. Escuchad un documental, o un informativo, con los ojos cerrados. Siempre hay patrones. Y son adecuados en esos formatos. Pero no puede haberlos en un audiolibro. No puede haber canturreos o soniquetes. Tiene que haber variedad tonal y rítmica. Eso es lo que le da naturalidad. Si hay que prohibir algo es la monotonía.

¿Qué tipo de voces buscáis?

De todo tipo. A veces hay gente que me pregunta, porque les han dicho que tienen una voz bonita, les gusta leer y querrían hacer audiolibros. Y les digo: —“La voz no es lo más importante. Lo que se necesita es riqueza”—. Quizás se necesite una voz rasgada, una voz profunda, o una voz aguda; depende de quien sea el protagonista. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo libros infantiles. Y he cogido como narradora a una alumna, que tiene voz de niña. Buscamos voces de todo tipo. Lo normal son voces medias, entre treinta y cincuenta años; eso es el estándar, cuando no se necesita nada específico. Pero se necesita de todo. En la variedad está el gusto.

No hace falta tener una voz muy bonita. Lo que hace falta es un estilo narrativo, original, propio, tuyo. Eso es lo que se busca. Que al público le guste un audiolibro por lo bien que está narrado.

Siempre se lo digo a los alumnos: —“No quiero fotocopias”—. Todo lo contrario. Cada uno debe respetar su estilo original; su manera de hacer; su estilo. Es algo muy importante.

¿Por qué se desechan por ejemplo algunas de las grandes voces del documental?

No creo que se desechen. Yo he trabajado con gente que hace documentales muchas veces. Pero un profesional de la voz tiene que poder cambiar de traje. Un profesional de la voz tiene que ser capaz de ponerse el traje de documental, o el de una cuña, por ejemplo. Dos formatos que no tienen nada que ver; el documental tiene ese estilo pausado, esa colocación, un ritmo peculiar; la cuña, en cambio, te pide energía, una sonrisa en medio de la cara, energía, rapidez; en el caso del doblaje, imitar a la perfección al actor original. Pues igual. Cuando se hace un audiolibro, hay que ponerse el traje de crear. Porque en el audiolibro, aunque el narrador lo describa, el registro lo crea el narrador. Con su manera de hablar; con el ritmo; con las alturas tonales.

Todos los formatos tienen en común la voz. Y cada uno tiene su técnica. Sus características, que lo hacen especial.

¿Cómo ha cambiado el sector desde tus inicios?

Ha cambiado mucho. Se ha investigado mucho. En los años 90 la editorial Alfaguara hizo un intento de lanzamiento. Pero fracasó. No estábamos preparados. No teníamos dispositivos que nos permitiesen escuchar cualquier cosa en cualquier sitio, como ahora. No había referencias. No se conocía qué era lo que gustaba.

Hay plataformas que han abierto el camino. Y han creado esta industria. Han invertido mucho en investigar qué funciona: una o varias voces; personajes más interpretados o más planos; tipo de voz, el ritmo narrativo. El audiolibro tiene hasta un sonido característico. Un sonido muy seco; que no lleva nada de reverb. Porque se ha visto que es lo que más tiempo soporta el oído. Todo ha cambiado mucho.

En cualquier caso, España tiene una cosa buenísima. Siempre que me reúno con gente de fuera me lo dicen. Gente de plataformas que alucina con el gran nivel de los profesionales de la voz españoles. Tenemos un gran bagaje, gracias al doblaje, de profesionales de la voz. En otros países, los hay buenos pero no hay tantos. Aquí hay mucho talento. Y se están haciendo cosas de mucha calidad. Y más que se van a hacer. Ten en cuenta que es una industria en pañales, que acaba de llegar.

Ahora tiene que llegar más público a las plataformas. Que vayan conociendo el formato, que crece a pasos de gigante. Aunque sorprendentemente cuando les pregunto a mis alumnos: — “¿Cuántos estáis suscritos a una plataforma de audiolibros?” —. Y prácticamente no hay ninguno. ¿Cómo es posible, que vengan a aprender un formato y no lo escuchen?

Lo bonito es que, luego, cuando se meten en las plataformas, algo que es obligatorio en clase, a veces los encuentro debatiendo sobre tal o cual libro, que están escuchando. Eso me encanta. Poco a poco la gente va llegando. Nos pasó con Netflix. Al principio nadie lo tenía. Y ahora no podemos vivir sin él. Y cada vez surgen más plataformas. Hace siete años solo estaba Storytel. Ahora tenemos, además de Storytel, Audible, Nextory, Podimo y muchas más. El sector va creciendo. Y esto no ha hecho más que empezar. Hay un filón.

¿Qué ha supuesto la irrupción del estudio doméstico?

Es otra manera de trabajar. Yo tengo estudio en casa. Y en momentos como la pandemia, por ejemplo, vino fenomenal. Porque pudimos seguir trabajando. Pero ahora no grabo en casa. Me voy a un estudio. Yo no soy técnico. Tengo unos conocimientos de sonido limitados. Un narrador bastante tiene con lo que tiene. Y todo es más sencillo cuando tienes a otra persona al lado. Un técnico no solo te graba; sigue el texto contigo —y cuatro ojos ven más que dos—; detecta fallos que luego ahorran muchas rectificaciones o retakes; va añadiendo marcadores que localizan fácilmente cada personaje, y qué voz pusiste, por si no te acuerdas. El técnico es tu media naranja. Hacen un trabajo fantástico.

Hay además otra dificultad. El sonido del audiolibro es muy ‘seco’. Y tú en casa puedes tener un micro y una tarjeta de sonido, pero el sonido depende de la acústica de la sala. Hay salas que pueden valer para un vídeo corporativo, que va con música. Pero no para un audiolibro.

Lo veo muy complicado; sobre todo cuando yendo al estudio todo es tan sencillo. Queda mejor.

¿Crees que algún día las máquinas reemplazarán a los humanos como narradores?

Vaya pregunta más polémica. No lo sé. Pero todo, creo, vendrá por ese camino. No hay que tener miedo. No creo que nos vayan a reemplazar las máquinas. Pero sí pueden ayudarnos a generar más contenido. Yo no tengo miedo a que sinteticen mi voz, y que con ella hagan, por ejemplo, manuales de prevención o de aparatos, donde no hay narración, no se requiere interpretación, mientras yo me dedico a narrar un buen audiolibro, una novela con muchos personajes y mucha interpretación. ¿Eso es malo? No. Estoy ganando dinero con mi voz sin tener que estar presente en el estudio.

Pero hay que hacer las cosas con cuidado. Atar muy bien todos los cabos, los derechos de reproducción, qué uso le van a dar a mi voz sintetizada, si yo debo autorizar todo lo que se haga con mi voz sintetizada, a quién pertenece mi voz sintetizada. Hay que poner el foco ahí. Pero miedo, ninguno. Creo que lo que viene son oportunidades, como cuando apareció Internet, y hubo quien pensó que nos iba a quitar trabajo. No. Es una herramienta como otra cualquiera. Y dependiendo del uso que se le dé será para bien o para mal.

El otro día hablamos de esto en un evento, que tuve la suerte de compartir con Javier Celaya, fundador de DosDoce y responsable de Podimo en España y América Latina, y Juan Baixeras, country manager de Audible. Celaya, que es una eminencia en el mundo editorial dice que él, en un futuro, ve esa diferenciación en las plataformas: una narración hecha por máquinas y otra por voz humana. Como un plus. No creo en el reemplazo. Y no creo que haya que tenerle miedo.

¿Y en el aspecto laboral? ¿Qué recomiendas a quien quiera trabajar en esta industria?

Lo primero es la formación sobre todo para conocer el formato. Algunos piensan que esto es llegar y ponerse a leer. Y no es así. Alguna vez me ha pasado, con profesionales de la voz de otros formatos, que han empezado a narrar un audiolibro, y lo han dejado a la mitad; o me han dicho al acabar: —“Marta, lo he pasado fatal”—. Tiene lo suyo. Y la formación es necesaria; un curso de seis meses para algunos; y para otros, más familiarizados con el uso de la voz, un intensivo. Pero hay que formarse.

Dejar un comentario