Isabel Donate: «Me gustaría que los actores de doblaje siguiéramos siendo anónimos»
Con casi cuatro décadas en el doblaje a sus espaldas, Isabel Donate, actriz, directora de doblaje y profesora de la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM) —editora de este blog—, repasa en esta entrevista sus comienzos en el mundo del espectáculo, su posterior paso al doblaje y sus recuerdos al lado de grandes profesionales en el atril, como Matilde Conesa o Carlos Revilla, con quienes compartió reparto en series de gran popularidad, así como otros papeles, más recientes, por ejemplo en Criadas y señoras, Los Bridgerton y otros títulos menos conocidos, a pesar de su calidad, que han permitido a Donate ensanchar su registro.
Isabel, accediste al mundo del doblaje tras iniciarte en el teatro independiente y el teatro comercial a finales de los 70 y principios de los 80. ¿Cómo recuerdas aquella época?
Yo quería hacer en el teatro a Lorca. Pero no me salían esas cosas. Y acepté un papel en una revista, Las Leandras. Un papel de vedette cómica. ¿Qué supuso? Supuso dejar mi trabajo de secretaria. Dar un disgusto a mi madre. Y marcharme, con 19 años, de gira durante diez meses. Luego supondría un desencanto respecto al artisteo. Hasta el punto de pensar en dejarlo incluso. Me pareció muy duro. Y muy ególatras los actores de teatro. Me desencanté de las zancadillas que pueden ponerse en un escenario.
Luego, tras la revista, llegaron los sainetes. Allí trabajé con Pilar Bardem, con Mara Goyanes, con la cantante Marujita Díaz. Y varias comedias, con Pepe Rubio, con Florinda Chico, y otra comedia en el Teatro Alcalá. Recuerdo de esa época risas, risas y más risas. Pasármelo pipa. Los nervios de salir al escenario. El hecho de independizarme. Fue una época muy divertida.
Luego das el salto al doblaje ya en los años 80. ¿Por qué?
Un amigo del teatro hacía doblaje y me dijo que debería hacer una prueba. Me dio una dirección. Y me hicieron una prueba. Quien me hizo la prueba no me volvió a llamar. Pero me dejó acceder a las salas. Y un día me convocaron. Para unos ambientes, una frase. Así fue, poco a poco, a base de ambientes y mucha sala, con mucho empeño fui haciéndome un hueco.
Pero cuando ya me empezaban a conocer, me salió otra vez algo de teatro. Dejé unos meses el doblaje. Y cuando volví me costó otra vez tanto como al principio volver a entrar en el doblaje. Así que decidí centrarme en el doblaje. Después tuve suerte, llegó un aluvión de trabajo, y me fueron dando papeles. Me gustó mucho. Me gustaba que a los actores de doblaje nadie los conociera. Mucha gente creía que los actores norteamericanos hablaban castellano, imagínate. El ego de los actores de doblaje estaba mucho más controlado. Eran todos unos curritos. Y las mejores voces no se correspondían con los mejores cuerpos. Nadie se lo tenía creído. Lo nuestro no interesaba al público. Éramos meros transmisores de otros. Algo que, por cierto, hemos dejado de ser hoy día. Y no debería ser así. Nosotros somos meros transmisores, con el mayor respeto hacia el original.
Finalmente, un actor de teatro me recomendó a un estudio. Me hicieron una prueba. Y gente del teatro que me conocía y también hacía doblaje, me iban recomendando. Así fue, poquito a poco.
¿Qué recuerdas de aquellas primeras convocatorias?
De las primeras series se me quedado grabado, por ejemplo, Dallas, donde doblaba a Priscilla Presley. Fue mi primer papel medio importante. Pero lo mejor fue trabajar junto a actores de la talla de Matilde Conesa, en Falcon Crest. O Pilar Gentil. Empecé a sentir que formaba parte de esta profesión. Conocer amigos. Todo era muy divertido. Aquellas salas enormes, como cines, donde nos echábamos unas siestas enormes, a oscuras y con el runrún de la película… Recuerdo el nervio de empezar a medirte con los grandes. Bueno, eso es imposible. Pero estar al lado de los grandes, en el atril. Juntos frente al micrófono. Rozarte con esa gente, tan buena. Eso se me ha quedado grabado.
Luego, en los años 80 participaste en el doblaje de series tan populares, como El coche fantástico. ¿Cómo fueron aquellos trabajos?
En el coche fantástico, por ejemplo, doblé a April, una de las secretarias. A las órdenes de Carlos Revilla. Una gozada. Escucharle. Los matices. Los graves. Cómo modulaba la voz. Algo que se hecha en falta hoy en día. Falta modulación en el doblaje actual. Ahora vamos con el piloto automático. Con tonos básicos y muchas prisas. Algo que antes no había. Se echa en falta la modulación.
Te has prodigado además en el cine en películas, por ejemplo, más de autor, como la exitosa Sexo, mentiras y cintas de vídeo; así como en joyas como El gran Lebowski, de los hermanos Coen, donde doblaste a Julianne Moore. ¿Qué destacarías de esos trabajos?
Ninguna de ellas me ha dado fama, ni renombre. Ni doblar a Andie MacDowell, en Sexo, mentiras y cintas de vídeo. Ni a Julianne Moore, en El gran Lebowski. Ni siquiera a Octavia Spencer, en Criadas y señoras. Siempre encaro el trabajo con el mismo respeto. Por supuesto me gusta hacer una protagonista que sea interesante o una buena película. Pero poco más. Personalmente no me ha supuesto nada. Yo no soy la importante. El importante es el actor original. Él es quien ha hecho el trabajo importante. Y es él a quien han dirigido de una forma especial.
Cuando hice esas películas no había llegado aún el boom del doblaje. A mí me gustaría que hubiéramos sido siempre anónimos. Que nadie nos conociera fuera de la profesión. La popularidad del doblaje ha atraído a gente que no tiene intención de ser actor. Es algo que no entiendo. A esta profesión se debe acceder con una intención actoral. Tiene que gustarte el cine. Tiene que gustarte ser actor.
Más recientemente has prestado tu voz a personajes como el de Minny Jackson en Criadas y señoras y a otros personajes de series ya muy distintas, como Entre fantasmas o El abogado, Juzgado de guardia, y muchas otras. ¿Ha supuesto un gran esfuerzo para ti adaptarte a esos nuevos formatos?
En Criadas y señoras sí se cuidó mucho el doblaje. Me gustó mucho doblar a esa actriz, Octavia Spencer. Me dio mucha pena que luego se llevaran el doblaje a Barcelona. También he doblado una serie muy buena, que nadie conoce. Nurse Jackie. Una especie de House pero con una enfermera. Allí he doblado a una actriz buenísima, que también salió en Los Soprano, Edie Falco. La actriz que la doblaba siempre se jubiló anticipadamente. Y el papel me cayó a mí. Una maravilla. Pero se emitió en un canal de poca audiencia. Y no la ha visto nadie.
También he tenido un papel maravilloso en Crazy Ex-Girlfriend —Mi exnovia chiflada—. Una comedia musical. Divertidísima. Una gozada de serie. De las cosas más bonitas que he hecho en mi vida. Últimamente además he doblado a una actriz que salió en The Party, aunque aún no puedo decir nada, por confidencialidad.
No soy una actriz muy conocida para el público. Y eso me ha permitido seguir trabajando mucho. Generalmente me dan personajes con mucho carácter. Me he ido afirmando en ese tipo de personajes. Personajes histriónicos, con temperamento. Papeles fáciles no me dan. Pero he ido ganando veteranía. Y ahora, al jubilarse algunas de las compañeras de más edad, recaen en mí papeles mucho más bonitos de los que antes solía hacer. Tengo ahora un trabajo más interesante del que he tenido toda mi vida.
Ahora por ejemplo me han dado un papel muy alejado de la cuerda que solía hacer. Doblo a Lady Danbury en Los Bridgerton, una serie que ha tenido mucho éxito. Un personaje delicioso, una mujer muy laxa y un poco mema, que va arrastrando las cenizas de su madre por un hotel de lujo en Las Bahamas. A mí me solían dar papeles de una cuerda más intensa.
Además he participado en otras producciones, con papeles importantes, como El abogado, Juzgado de guardia, La Papisa, Girls, The good wife, Urgencias, en el papel de la doctora Elizabeth Corday; Dawson Crece; Shameless, con un papel muy interesante; Dexter; soy la voz habitual de Oprah Winfrie y la he doblado por ejemplo en la entrevista a Megan y Harry; he doblado en 9-1-1 a a Angela Basset ; a esta última también en Black Panther; he doblado Naruto; películas como James y el melocotón gigante; videojuegos, como World of Warcraft…
Cuando voy a trabajar, lo hago lo mejor que puedo. Y lo demás no me importa. Tampoco me prodigo en las redes sociales, como la mayor parte de mi generación. Nos nos consideramos importantes.
Por último, de un tiempo a esta parte impartes clases de doblaje. ¿Qué te ha aportado la docencia?
La docencia me ha aportado conciencia de cómo hago yo las cosas. Antes yo hacía las cosas, pero no sabía cómo. Ahora, al tener que enseñar, he descubierto trucos internos que yo ni sabía que tenía. Qué mecanismo te hace encontrar las emociones. Dónde están esas emociones. A los alumnos sin una trayectoria actoral les sirve para descubrir dónde pueden encontrar esas emociones; en qué zonas del cuerpo; cómo mover el cuerpo, las manos. Ante un atril, que no permite grandes movimientos. Ser profesora me ha aportado ser consciente de dónde encaro yo la profesión. Descubrir cómo hago algo que era espontáneo.
Me gusta muchísimo dar clase. Pero a veces echo en falta una vocación actoral en la gente que viene a las escuelas. A veces les pregunto si les gusta el cine. Y algunos dicen que no han visto cine en su vida. – “¿Y entonces por qué quieres ser actor” –. Porque me han dicho que tengo una buena voz. No se trata de tener una buena voz. Se trata de ponerse al servicio de un personaje. Se trata de traducir una emoción. Ponerse al servicio del original. Tú no eres nadie. Solo eres un vehículo.