David Robles: «Cada ‘take’ es una pequeña historia»

David Robles: «Cada ‘take’ es una pequeña historia»

Desde los 12 años, David Robles ha crecido en una sala de doblaje, prestando su voz a algunos de los actores más importantes de su generación; desde Brad Pitt, hasta Ethan Hawke, Cillian Murphy, Ashton Kutcher, David Tennant, Paul Dano, y por supuesto Leonardo DiCaprio. Un asombroso plantel de protagonistas que han trufado algunas de las películas y series más populares de las últimas décadas, y cuyas interpretaciones, ahora, cuarenta años después de sus inicios, el actor de doblaje repasa en esta entrevista para el blog de la Escuela de Doblaje de Madrid (EDM).

¿Qué recuerdo guardas de tu primer papel de doblaje a los 12 años? ¿Cómo y cuándo te diste cuenta de que querías dedicarte al doblaje?

A esa edad no te das cuenta. Era muy pequeño. Para mí, doblar era otra actividad; una extraescolar, por así decirlo. Pero en seguida me gustó. Desde que empecé en la escuela de Salvador Arias, en abril de 1984, donde permanecí muy poquito tiempo, hasta septiembre, y con el verano de por medio. En septiembre ya estaba trabajando. Debuté con Luis Carrillo, como director. Y mi primer papel fue un protagonista. Una película, Hermano mayor, que hizo el niño de Campeón y Kramer contra Kramer, Ricky Schroder. Fue algo sorprendente que me dieran un papel tan grande. Pero solo era un juego. Un juego más. Yo era un niño. Y no me daba cuenta de lo que significaba la profesión.

¿Cómo fue tu formación en la Escuela de Doblaje de Salvador Arias? ¿Qué te enseñó esa etapa de estudiante?

De la escuela lo que más recuerdo es cuánto hincapié hacía siempre Salvador en el asunto de la interpretación. Siempre lo decía: —“Somos actores. Actores de doblaje. No dobladores”—. La sincronía es una técnica. Y se aprende. Pero lo importante es la interpretación. En eso insistía Salvador. Me acuerdo de aquella sala oscura con el proyector girando y doblar a personajes de series como Dinastía o Escarlata y negro.Y recuerdo con mucho cariño las clases de interpretación, que Salvador solía hacer todos los martes y los jueves, cuando acababan las clases a las seis, hasta que nos cansábamos. Con poesías, textos y entremeses que nos hacían darnos cuenta de la importancia de la palabra. La importancia de cómo lo dices. Y cómo lo sientes.

Hiciste algunas series como actor de imagen para televisión, ¿qué te motivó a orientarte más hacia el doblaje?

La propia inercia, por un lado. Cuando empecé a hacer cosas ante la cámara, estaba ya muy metido en el doblaje. No me faltaba trabajo. Además, actuar ante la cámara requiere un esfuerzo muy grande a la hora de dejarte ver: un casting por aquí, otro por allá… Y eso que los papeles que hice estaban como predestinados para mí, tanto en Farmacia de guardia, como en teatro… Fue hacer una prueba y decir enseguida: —“Sí, venga, perfecto”—.

Por otro lado, es un poco desesperante el tiempo que te tiras esperando, como actor de imagen, mientras tienes un montón de cosas por hacer. Era muy complicado compaginar ambas cosas.

¿Preparas la voz antes de empezar un día de doblaje? ¿Tienes algún ejercicio o calentamiento vocal favorito?

No. La verdad es que no. En el coche, a lo mejor, voy canturreando un poquito, y estirando los músculos, sobre todo si no he hablado con nadie desde que me he levantado. Pero nada más.

¿Cómo afrontas las escenas que requieren gritar o hacer grandes esfuerzos vocales, como las que grabaste en El lobo de Wall Street?

Como se pueda. Evidentemente, tienes que ir con la voz descansada. Y aun así, te puedes quedar afónico, como me pasó a mí. En el doblaje, nuestro mayor director está en la pantalla. Es el actor de imagen quien te muestra el camino. Y si él ha gritado, nosotros tenemos que ser capaces de hacerlo. Doblar es una imitación. Una traslación de la interpretación, de un idioma a otro. Lo más fiel posible. Y tal como lo ha hecho él, intentas hacerlo tú. No hay mucho más.

Cuando estás gritando, no mides todo lo que deberías. Porque si lo mides, no suena exactamente igual. Hay gente que tiene una técnica maravillosa y es capaz de gritar; por ejemplo, los locutores deportivos. Pero, en el doblaje, debemos sonar lo más natural posible. Y si él ha gritado, lo mejor es gritar también.

Hablando de El lobo de Wall Street, ¿cómo viviste ese doblaje tan exigente? ¿Cómo llegaste a quedarte sin voz?

El doblaje de El lobo de Wall Street lo viví con cierto vértigo. Era una película muy larga. Y llegaron varios montajes preliminares, que fuimos doblando. Empezamos por las voces en off de Di Caprio. Y ya entonces, cuando iba viendo las escenas, pensaba: —“¡Dios mío, cómo voy a hacer yo esto?”—.

DiCaprio estaba que se salía. Y había que intentar estar a su altura. Es una película larguísima. Y él lo hablaba todo: escenas, offs… Era algo agotador. También él se quedó afónico en las escenas de los gritos. Había que darlo todo. En el doblaje, el equipo lo había ajustado todo para que yo me cansara lo menos posible. Pero implicó mucha dedicación. Fue un trabajo precioso.

¿Cómo abordas la interpretación de personajes tan diferentes como el Orochimaru de Naruto y el Dr. Shaun Murphy de The Good Doctor?

Como cualquier actor. El papel es la diferencia. ¿Está igual Brad Pitt en sus papeles de guapo que en Doce monos? En el doblaje tenemos que ser capaces de adaptarnos en un tiempo récord. Pero el papel te lo dan ya preparado. Y, si el doblaje está bien hecho, no se nota.

¿Qué estrategia sigues para cambiar de registro entre personajes con tonos tan distantes? ¿Lo sientes algo natural, o es un proceso consciente?

Le miro y sale. Simplemente. Esa es la verdad. Es como un ejercicio de espejo: su actitud, su postura, su cadencia… Es algo muy inconsciente. Pero es lo mismo para los actores de imagen. Por mucho que DiCaprio sea siempre el mismo. O Josh Harnett, o cualquier otro actor. Ellos son quienes nos dan las pistas; tanto su lenguaje corporal, como su voz, sus ojos, su cara, su cuerpo… Todo ofrece pistas, que asimilamos de forma inconsciente. Y que intentamos replicar, en un ejercicio de espejo. De hecho, si nos miras cuando doblamos, verás que intentamos mantener la misma actitud y el mismo ‘acting’ que el actor de la pantalla. Por eso suena parecido.

¿Qué importancia tiene aprenderse el papel de memoria? ¿Prefieres memorizar o leer el guion?

Ya lo decía Salvador Arias: —“A papel sabido, no hay cómico malo”—. Si estás leyendo el diálogo, no miras la pantalla. Y te pierdes todos los matices que ofrece el actor original. Es imposible replicarlos. El ritmo, los tonos… Pero si le miras puedes seguirle mucho mejor. Puedes mimetizarte con él. Es la misma diferencia que hay entre una película doblada o con subtítulos. Si estás leyendo los subtítulos, te pierdes gran parte de la interpretación. Esta es una de las ventajas del doblaje. Si estás leyendo, no estás mirando la escena, y quizás se te escape la clave de toda la película; ese plano en que se muestra el arma del crimen, escondida detrás del sofá. Al doblar ocurre un poco lo mismo. No puedes apreciar todos lo matices si estás leyendo el diálogo.

¿Pero es posible memorizar el texto con los ritmos de trabajo actuales?

La memoria es un músculo, ya lo decía Salvador Arias. Y se entrena. Después de hacer un ‘take’, yo puedo repetir el texto sin mirar. Más que las palabras, hay que fijarse en las ideas que transmiten. Cada ‘take’ es una pequeña historia. Con su presentación, nudo y desenlace. Aunque sea algo tan simple como: llegar a casa, decir que has tenido un mal día y preguntar qué hay de cena. Es una pequeña historia; y si lo aprendes así, es más fácil memorizar el texto. Si lo entiendes como una pequeña historia, que forma parte de una historia más grande.

¿Y tu experiencia con los directores de doblaje? ¿Qué indicaciones sueles recibir? ¿Cómo las plasmas vocalmente?

El director siempre tiene mucha más información. Ha visto la película, o el capítulo, varias veces. Y tú probablemente, ninguna. Conoce un matiz que tú no has llegado a captar. Y te ayuda. Pero, dicho esto, hay que añadir que el principal director está en la pantalla. Al final, lo que más importa es lo que recibimos, vemos, oímos y sentimos; lo que nos dice el actor original. Lo ideal es leerte el guion. Y saber por qué dices tu texto. Es algo que hago siempre. Si no sabes por qué dices las cosas, es imposible decirlas con sentido. Lo normal es que te escuchen en el ensayo. Y preguntar si va por ahí la cosa. —¿Sí? Pues, venga, lo intentamos—. Y si hay que cambiar alguna cosa, algún matiz, o repetirlo entero —ya sea por la técnica, o porque no esté perfecto de sincronía, o porque no es el matiz que busca el director—, pues se repite y ya está; sin problema.

¿Lees el guion antes de doblar?

Leo parte del guion y, si puedo, entero. Desde pequeñito, recuerdan que yo cogía el guion del atril, dejaba las hojas del ‘take’ que estuviera en el momento, y, si podía, me lo leía entero. Así averiguaba de qué iba la historia. Hay que saber por qué dices las cosas. De qué va la secuencia. Y si no es posible, preguntar al director.

¿Qué te parecen los cambios que han aportado las nuevas tecnologías al doblaje? ¿Los estudios domésticos o las herramientas digitales?

Todo depende de cómo se utilicen. Durante la pandemia se usaron medios para poder grabar desde casa; e incluso más tarde, con las personas en situación de riesgo, cuando el confinamiento acabó. Anteriormente, ya habíamos tenido problemas, cuando comenzó a grabarse en banda aparte. Al no tener al compañero frente al atril, se perdía el espíritu. Trabajar todos juntos ayudaba a hacer la escena más completa. Pero al final nos acostumbramos, imaginando cada réplica. Luego, hemos ido a más. Desde hace unos años, los ritmos de trabajo son cada vez más altos. A veces nos vemos forzados a tirar de ‘fondo de armario’ a la hora de crear un personaje, sin necesidad de estar estudiándolo detenidamente. Muchos personajes son medio estándar, por así decir. El policía, el abogado… Son muy parecidos a otros que has hecho antes. Así que tiras de ese ‘fondo de armario’. Y no hay mayor problema. Pero se echa de menos poder trabajar más despacio. Al menos en los papeles que ‘lo merezcan’, entre comillas.

Es algo parecido a la versión original; está muy bien para el cine de autor, pero no tiene ningún sentido para una película de Schwarzenegger, en mi opinión. Esto es lo mismo. Trabajar más despacio en una película donde hay matices, sí. Pero en otras, que son más estándar, o en productos que siguen un determinado código, y es todo más o menos igual: una serie de policías, donde hay un interrogatorio; una de abogados, en el juzgado… En ese tipo de series, seguramente se puede ir un pelín más rápido, sobre todo cuando es un papel que has hecho muchas veces, porque eres fijo en la serie, y conoces tu ‘muñeco’… Ahí puedes ir un poco más rápido. Aunque lo ideal es tener el tiempo necesario para que todos queden contentos: tanto el técnico, como el director; y también el actor.

¿Cuál ha sido tu experiencia al doblar a actores muy populares, como Leonardo DiCaprio, Ethan Hawke o David Tennant? ¿Te sientes presionado o privilegiado al haber sido su voz en España?

Yo no soy la voz de ningún actor; solo la voz de un personaje. De hecho, espero que se note, en los distintos papeles que he hecho de DiCaprio, por ejemplo, que la voz es distinta cada vez. Esa es la idea. Y la gracia. Por supuesto es un lujo trabajar con tan buenos actores. Y son muy difíciles de doblar, como lo es también doblar a malos actores. En el caso de los buenos, es muy difícil porque debes estar lo más cerca posible de ellos. Y, en el caso de los malos, porque tienes que tratar de mejorarlos sin que se note. Doblarlos sin despegarte de su cara, en ambos casos. Que no digas: —“Joder, con esos ojos de besugo, la interpretación está muy brillante; no le pega”—.

Es un placer trabajar con actores muy buenos. Pero no le ponemos más empeño, o más amor, porque sea un actor más o menos conocido.

En la parte interpretativa, ¿haces algo para ponerte en el estado de ánimo del personaje antes de doblar escenas especialmente emotivas?

No. Lo emotivo ya está en la pantalla. No creo que haga falta recurrir a ningún método. Si el personaje está hablando de su padre muerto, o de que le hacen ‘bullying’ en el colegio, ya es suficiente motivo para llevarte a un estado de drama. No hace falta recurrir a cuestiones mías que me lleven ahí. De hecho, algunas veces termino llorando a moco tendido en alguna escena. Porque lo mismo que ha afectado al actor de la pantalla, también me afecta a mí.

¿Qué opinas de la llegada al mundo de la voz de tecnologías como la inteligencia artificial y el doblaje automático?

La tecnología es imparable. Eso está claro. Lo que pasa es que afortunadamente en la parte interpretativa todavía no está lograda, o no lo suficientemente lograda, como para que, a corto plazo, podamos temer que el doblaje de series y películas esté en riesgo de desaparecer. Por otro lado, la inteligencia artificial a nivel de diseño funciona bastante bien. Pero corre el peligro de estancarse en siete u ocho patrones. Porque, si ya nadie innova, al final te vas a realimentar de lo mismo que ya existe, no va a haber creatividad como tal. Y la ventaja que tenemos es que imágenes, por ejemplo, gracias a la telefonía móvil, hay millones, que se suben a redes con una calidad suficiente como para alimentar los motores de la inteligencia artificial. En el audio afortunadamente no es tan sencillo. A través del teléfono, la calidad del audio que tenemos no es suficiente para entrenar a modelos de IA, porque está sucio, tiene demasiado ruido. Gracias a eso, seguramente, la parte de audio ha evolucionado más lentamente. Los modelos que existen han tenido que hacerse en estudio, por lo general; igual que los asistentes virtuales, se han grabado en estudio. Por ahí nos salvamos.

Eso no quita para que puedan coger tu voz, clonarla y, con uno de los modelo que se han hecho, suene con tu timbre, aunque no con tus tonos. Son tonos estándar. A mí me han clonado la voz. Y se me reconoce. Pero esa copia de mi voz tiene tonos que no son míos. Y son muy limitados, sirven para hacer un ‘clip’, o un vídeo de TikTok; pero ni siquiera para un audiolibro valdrían, sería demasiado monótono.

Ni siquiera los audiolibros están logrados. A lo mejor un e-learning. O el doblaje automático de YouTube, que simplemente lo entiendes, y en vez de estar leyendo subtítulos, lo estás oyendo. En ese sentido, no nos afecta demasiado. Pero todo llegará. Va todo superrápido. Y llegará un momento en que, con menos frases, serán capaces de construir un modelo de pronunciación, tonos y demás… Y la clonación será mucho más sencilla. Y más fidedigna.

Cuando terminas de grabar una película o serie, ¿te gusta ver el resultado final doblado o prefieres no oír tu voz en el producto terminado?

Depende. Si la serie me ha parecido interesante. Por ejemplo, Hawaii 5.0, si lo pillo por la tele, a lo mejor lo veo, porque resulta entretenida. O Sobrenatural, una serie que nos gustaba a mi mujer y a mí. Otras no, porque no me interesan. A pesar de que instintivamente se te va la atención a ver cómo está hecho: la interpretación, la sincronía… Pero tienes que intentar olvidarte de eso. Y tratar de disfrutar como cualquier espectador. Al final, si está bien hecho, lo consigues. El actor de doblaje es como un árbitro. Si está bien, no se nota que está ahí. Eso es que ha hecho bien su trabajo.

¿Qué personajes doblados por ti crees que han marcado un antes y un después en tu carrera? ¿Hay alguno al que tengas especial cariño?

Muchos. Todos, creo. Yo, al menos, los defiendo todos. Menos un par de ellos que dije: —“¿Pero cómo puede hacer eso!”—. Los defiendo todos. Desde el príncipe de Frozen, que para todo el mundo es el malo, menos para mí —hizo lo que debía para tener un título nobiliario, aunque de forma poco ortodoxa, pero eso no significa que sea malo, son sus circunstancias—. Los defiendo todos. Evidentemente, los papeles con DiCaprio. El de James Van der Beek, en Dawson crece. Y otros: Kuzco, en animación; Shawn Spencer, en Psychhay muchas series a las que tienes un cariño especial. O el mismo Jorge García, tanto en Perdidos, como en Hawaii 5.0; o en Alcatraz, una serie que cancelaron, aunque estaba muy bien. Hay muchos personajes a los que tienes mucho cariño; en Big Bang Theory, al mismo Stuart que interpreta Kevin Sussman. O en The good doctor, Freddie Highmore. Son tantos. Los has visto crecer. Has visto evolucionar al personaje. Es como con los hijos: no eliges a quién quieres más.

¿Cuáles son tus metas o proyectos pendientes en el doblaje? ¿Hay algún personaje o tipo de papel que te gustaría doblar en el futuro?

No, la verdad. Este es un trabajo maravilloso, que te permite vivir mil vidas. Con seguir trabajando y que, de vez en cuando, te regalen algún papel chulo, que no sea tan tipo —como por ejemplo en películas como Anatomía de una caída—, papeles distintos, que piden un poco más de esfuerzo interpretativo, donde realmente disfrutamos los actores, con eso me doy con un canto en los dientes.

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